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24 días en las alturas

por May 16, 2018Sin categorizar0 Comentarios

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Cuando el entrenamiento en las alturas marca la diferencia

Las alturas son un plus. Cuando entrenas cada día, mañana y tarde. Y cuando comes bien, duermes las horas necesarias y te cuidas con masajes, fisios, y baños de contraste de agua fría y caliente. Entonces quedan pocas cosas más que puedas hacer para mejorar tu rendimiento. Pero, para los deportistas de pruebas de fondo, las concentraciones en altura son una de ellas. Por eso mis compañeras y yo elegimos el CAR de Sierra Nevada para realizar una estancia en estas condiciones.

Realmente es un privilegio vivir en plena Sierra Nevada, aunque sea por una mini-temporada. Y más cuando cruzas la puerta del CAR y descubres las instalaciones que tienen allí. Nunca imaginarías algo así en medio de la naturaleza. Para mí fue impresionante la primera vez que estuve, y sigue siéndolo cada vez que tengo la oportunidad de ir. La puesta de sol desde la ventana de la habitación con vistas a la pista de atletismo y la silueta de la montaña detrás. Es algo único y que en ese momento querría enseñarle a todo el mundo.

Pero no siempre es tan bonito como parece, sobre todo cuando te levantas por la mañana y al retirar la cortina está nevando. O cuando hay ventisca, llueve o, hace sol pero está todo cubierto de nieve y no se puede entrenar. En esos momentos hay que relajarse y llamar a tu entrenador por teléfono para ver cómo se planea el entrenamiento ese día. Porque el descanso no es una opción. Hay alternativas, como bajar a “Las Víboras”. Son un camino a 1700 metros de altura con cinco kilómetros de ida y otros cinco de vuelta. Sirven para rodar e incluso hacer unos cambios si es lo que toca. La cinta del gimnasio y la elíptica también son otra; aunque las máquinas sean las grandes enemigas de los atletas. Normalmente su uso es consecuencia de una lesión, a veces nos han salvado de alguna que otra nevada.

Así que, sea lo que sea, nos vestimos según veamos que está el día: mallas largas, camiseta térmica y chubasquero o pantalón y manga corta pueden ser las opciones en un mismo día según caliente el sol por la mañana o por la tarde. Y nos ponemos en marcha. Los entrenos a esta altitud suponen un esfuerzo para el cuerpo mucho mayor que en Madrid, donde nos encontramos a 600 metros. Allí arriba, la presión atmosférica disminuye, y por lo tanto la presión de oxígeno también lo hace, esto limita la difusión de oxígeno a los pulmones y al resto de los tejidos, provocándonos una situación de hipoxia. ¿Esto como se traduce a nivel de sensaciones? Pues lo que sientes es, básicamente que te ahogas. No te entra el aire y eres incapaz de correr a ritmos a los que normalmente vas fácil.

Y entonces, ¿por qué voy a entrenar en alturas si me encuentro tan mal? Qué buena pregunta, la verdad es que los atletas a veces estamos algo locos. La respuesta es que tu cuerpo reconoce esta situación de estrés, y entonces comienza a producir mayor cantidad de glóbulos rojos para compensar la falta de oxígeno que ha percibido desde que has subido a las alturas y has comenzado a maltratarlo un poco, haciéndolo trabajar más de la cuenta. Pero eso sí, cuando vuelves a bajar a Madrid cuentas con un mayor número de hematíes del que tendrías normalmente y ganas capacidad aeróbica: eres capaz de ir más rápido porque a tus músculos les llega más oxígeno, recuperas mejor entre series, etc. Aunque esto no es permanente, dura X tiempo y entonces tienes que volver a repetir el proceso.

En teoría, se necesitan unas tres semanas para conseguir este efecto de alturas. Esto supone un aislamiento de la vida real de casi un mes que dura la concentración.  Ni que decir tiene, que es un sacrificio para cualquiera: te alejas de tus seres queridos y estás todo el día entrenando, incluso más de lo que lo harías en tu casa, porque en la montaña tampoco hay mucho más que hacer cuando eres atleta. Lo que también hace que te encuentres más y más cansado según pasan los días.

Por suerte para mí, siempre que he hecho un retiro espiritual como este, he estado acompañada de dos compañeras y amigas: Marta y Mariajo (incluso este año hemos estado con más gente de otros grupos y partes de España). Esto hace que la estancia en alturas se haga más llevadera, nos apoyamos y nos animamos cuando estamos cansadas de entrenar, al final siempre tiramos las unas de las otras, y esto es algo muy valioso que a mí me parece muy especial y me enriquece como persona. Al final, compartir estas experiencias, viviendo y conviviendo tantos días, hace que se creen lazos muy fuertes y que haya situaciones que solo nosotras mismas sabemos entender de la otra. Este es uno de los grandes puntos positivos que yo saco de las concentraciones en altura, aunque por suerte, también de mi día a día.

Esta vez ha sido algo diferente. Mientras que otros años sí que ha sido una desconexión mental y un descanso de la capital y de su estrés, sus clases, su exámenes y sus prácticas de a penas semana y media, este año hemos subido 24 días, con un paréntesis justo en medio porque tuve que ir a correr La milla de Bilbao, lo que fue un respiro en medio del ahogo de casi dos semanas de nieve y frío: el solecito del norte (qué contradicción) me dio fuerzas para afrontar la otra mitad de la concentración que aún me quedaba al volver.

Ha sido la primera que hemos completado el ciclo de tres semanas que es necesario para notar el efecto en tu cuerpo, y también ha sido la primera que Marta, Mariajo y yo lo hemos compartido con un grupo más o menos grande de gente, otros atletas de medio-fondo y fondo de distintas ciudades de España, que por otra parte conocíamos desde hace años (al final, dentro del mundillo todo el mundo sabe de los demás).

Incluso coincidimos con unos triatletas con los que hicimos buenas migas y pasamos gratas sobremesas después de las buenas comidas que Joaquín, el cocinero y los demás nos preparaban. Porque he de decir que, allí te tratan como en casa. Al final, esto también es un gran punto positivo que saco de mis días allí: el conocer gente y descubrir que tengo en común mucho más de lo que yo creía con otros que ya conocía de antes.

Las alturas han sido duras en algunos momentos. En otros, las risas que compartíamos nos hacían olvidar el dolor de piernas, incluso la falta de sol. Las pocas tardes que nos dejaban libres aprovechábamos para conocernos algo más tomando algo en Pradollano, el pueblo. Hemos conseguido entrenar, y poco a poco, según pasaban los días, adaptarnos a la falta de oxígeno en nuestro cuerpo y pudiendo meter más carga con vistas al trabajo de calidad que nos espera aquí en Madrid y a las competiciones a final del mes de mayo.

Con todo esto, creo, espero y deseo con todas mis fuerzas que, a pesar del esfuerzo que suponen tantos días en alturas y tantos entrenos en circunstancias como estas, la concentración dé sus frutos de aquí a unas semanas y nos alegraremos de haber sufrido el mal tiempo de la montaña y la dureza de sus entrenamientos. Porque dicen que quien algo quiere, algo le cuesta, y de eso trata el atletismo.


Irene Sánchez-Escribano

Atleta Profesional (3000 obstáculos) y Graduada en Medicina.